Ida Vitale - 7 Poemas
- Manu Hemingway
- 31 may 2019
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 6 jun 2019
"Por su lenguaje, que es al mismo tiempo intelectual y popular, universal y personal, transparente y hondo. Convertida en referente fundamental para poetas de todas las generaciones y en todos los rincones del español". Con un tributo de semejante tamaño fue descrita la trayectoria literaria y en específico, poética de la escritora uruguaya Ida Vitale, que en el mes de abril recibiera el máximo galardón que otorgan las letras en español, El Premio Cervantes, donde la escritora dio cátedra de su magia al hablar en público con un discurso por demás caótico. Un premio que habiéndole llegado tarde, impresionó a muchos, lo inconcebible llegó en un momento en que la opacidad de la edad imprime en la vida una geometría ilógica y de imprevistos recaudos, un gran merecido homenaje a quien le quedan pocos galardones que recoger en sus 70 años de trayectoria literaria.
En tal discurso, dio una guiñada de agradecimiento centrada a Miguel de Cervantes y a su obra culmen, donde exhortó a las nuevas generaciones a acercarse a esa devoción cervantina que carece de todo misterio pero que es cálida y se conserva para la posteridad. Vitale es una lectora voraz, codiciosa de libros que empezó a escribir pronto. El descubrimiento de dos poetas uruguayas de entresiglos; Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira le inclinó a la poesía lírica, aunque en alguna ocasión aseguró que se inspiró en el respeto de Cervantes por sus personajes para crear sus propios universos. Y ha aprovechado el colofón de su discurso para lanzar un dardo a los egos inflados de su profesión y que intuyó Cervantes y que la escritora refutó. "No hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo. No es mi caso, puedo asegurarlo. Sin duda, Don Quijote no imaginó jamás que ese género femenino al que se considera por oficio llamado a honrar y a defender pudiera caer en tan osada presunción", Ida Vitale ha proferido haciendo alarde de su exquisita educación.
La obra poética de Ida Vitale (Uruguay, 1923) se presenta como un cuerpo coherente en la actual poesía latinoamericana gracias a una doble actitud crítica que pone bajo la lente de la sospecha al lenguaje y al mundo. La conciencia de pérdida de mundo, de irreparable escisión entre Naturaleza y Hombre —presente siempre en la obra de Vitale— se vincula con la parte más romántica, la cual —ante la algarabía generalizada de una civilización ebria de progreso dará testimonio de esa falla en el sentido geológico y en el sentido de equívoco, de ese corrimiento de los bordes que imbricaban lenguaje y mundo. A partir de ahí la poesía moderna se desnaturaliza, se vacía de mundo y deviene carencia o cardo en el desierto de la significación. Si entonces, a partir de ahí, el mundo está en otra parte, es comprensible que la poesía quiera compensar la carencia objetualizándose, estrenando cuerpo propio en el lugar que ocupara el árbol, el pájaro, la roca. Será la vanguardia quien asumirá esta actitud y la llevará hasta los límites últimos de la experimentación. En Ida Vitale confluyen las dos vertientes: preocupación por el cuerpo que conforma el poema y preocupación por el cuerpo del mundo constantemente travestido:
A veces su luz cambia, es el infierno; a veces, rara vez, el paraíso.

Este equilibrio sinónimo de lucidez convoca un ritmo, un límpido sentido musical en la escritura de la uruguaya que asombra por su precisión interna y por su gravedad conceptual. Pero este lúdico equilibrio (porque de un juego se trata) tiene lugar en un tiempo que es transcurso hacia la muerte, es decir, fugacidad irrepetible y paradójicamente único terreno donde puede habitar el cuerpo del poema. Vitale lo sabe y por eso juega; juega con una extremada delicadeza y con suficiente asombro para que la materia verbal materia prima de su alquimia no pierda sus principales atributos, de esa exactitud que también es sacrificio para que algo vuelva a renacer se nutre la escritura poética de Ida Vitale. Escritura que en su alta nitidez deslumbra pero que, sin embargo, aún puede decir: “Tanta claridad es misterio”. Misteriosa claridad de una actitud insobornable que ilumina el espacio poético latinoamericano.
He aquí 7 poemas de Ida Vitale para que tengas la certeza de una cosa; que no hay edad para comenzar a escribir lo que uno pueda sentir, lo que uno puede aportar a las letras y a uno mismo, en un mismo universo, para curarnos, para poder ser, demostrando que "es la vida y no la muerte la que no tiene límites".
1. Fortuna
Por años, disfrutar del error y de su enmienda, haber podido hablar, caminar libre, no existir mutilada, no entrar o sí en iglesias, leer, oír la música querida, ser en la noche un ser como en el día. No ser casada en un negocio, medida en cabras, sufrir gobierno de parientes o legal lapidación.
No desfilar ya nunca y no admitir palabras que pongan en la sangre limaduras de hierro. Descubrir por ti misma otro ser no previsto en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.
2. Gotas
¿Se hieren y se funden? Acaban de dejar de ser la lluvia. Traviesas en recreo, gatitos de un reino transparente, corren libres por vidrios y barandas, umbrales de su limbo, se siguen, se persiguen, quizá van, de soledad a bodas, a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.
3. Penitencia
¿Mirar atrás será pasar
a ser de sal precaria estatua,
un perecer petrificado
preso en sí mismo, parte
del roto encanto de un paisaje
cuya música no logro más oír?
¿Debo matar lo que miré,
el mito que minuciosa
pliego y despliego,
grava para mi paso solo?
¿Ciega borrar lugares,
playas, vientos, el tiempo?
Sobre todas las cosas,
anular horas que se han vuelto inútiles
como lluvia que cae
sobre el mar implacable,
como mis propios pasos
si no son penitencia.
4. Estar solo
Un desventurado estar solo,
un venturoso al borde de uno mismo.
¿Qué menos? ¿Qué más sufres?
¿Qué rosa pides, sólo olor y rosa,
sólo tacto sutil, color y rosa,
sin ardua espina?
5. Este mundo
Sólo acepto este mundo iluminado
cierto, inconstante, mío.
Sólo exalto su eterno laberinto
y su segura luz, aunque se esconda.
Despierta o entre sueños,
su grave tierra piso
y es su paciencia en mí
la que florece.
Tiene un círculo sordo,
limbo acaso,
donde a ciegas aguardo
la lluvia, el fuego
desencadenados.
A veces su luz cambia,
es el infierno; a veces, rara vez,
el paraíso.
Alguien podrá quizás
entreabrir puertas,
ver más allá
promesas, sucesiones.
Yo sólo en él habito,
de él espero,
y hay suficiente asombro.
En él estoy,
me quede,
renaciera.
6. Venturas naturales
Contra las presunciones, sol insiste, fuera, no dentro, incandescente informe no rector.
Otros días su luz es una endecha,
una plática suave.
Casi como si fuésemos
musgos o hierbas de semilla o árboles frutales el día segundo de la creación. Como si fuese simulacro el fin del paraíso.
7. Jardín de sílice
Si tanto falta es que nada tuvimos. Gabriela Mistral
Ahora hay que pagar la consumición del tiempo, sin demora, gastado el arrebato en andar por un jardín de sílice. Aramos otra vez el mismo surco para fertilidad de la desdicha, y la letra, el silencio van entrando con sangre.
Años vendrán para pacer palabras como pastos oscuros, echar a arder pequeñas salamandras, todos los exorcismos, apenas memoriales donde hubo un aire libre, ya no lugar común, que nadie en el miedo de las encrucijadas sueña o lee.
Vagos vagones cruzan hacia un pasado que pulveriza las raíces, que alisa el luto y nos despide.
By MaNu HemiNgway
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