Alejandra Pizarnik, del suicidio al verso
- Manu Hemingway
- 8 ene 2019
- 2 Min. de lectura
Escribir sobre Pizarnik (Argentina, 1936-1972) es describir toda una galería de retratos interiores, donde podríamos apreciar una mujer despojada de los hechizos en las costumbres que acechaban su tiempo y del exilio de la moralidad en la que venía adherida. A lo largo de su vida, la evolución de su poesía va derramando cantidades controladas de tristeza e indignación, uno como lector no se da cuenta de la cantidad de señales que nos deja en cada verso y a la vez nos hacemos cómplices de un crimen que culmina con su muerte al ingerir ella 50 pastillas de Seconal a la valiente edad de 36 años, esto, aclaro, después de dos intentos fallidos por terminar con su vida. ¿Qué nos enseña Alejandra?
Sus versos, como si se tratase de antidepresivos, calman por un momento la turbia realidad de sus vivencias y a la vez podemos ostentarla como traductora de otras mujeres que no tenían manera de expresarse.
"¿Qué haré conmigo? porque a ti te debo lo que soy pero no tengo mañana porque a ti te… La noche sufre."
Sin duda una vuelta en el mismo círculo que en cada ciclo busca un intérprete diferente. Ahí lo surrealista de sus letras, que desenfocan tu mirada cuando más pones atención. ¡Bello!
En ese rincón tan sensual de sus poemas, encontramos también a una Alejandra feminista, enfocada en sus inquietudes y emociones así como en la reivindicación de mujer que debe hablar de "mujer" sin dejar de ser ella misma. Entiéndase la alegoría. Postura complicada si se tiene en cuenta a una mujer que vive huyendo con un destino anodino en la espalda, que vive el día a día esperando que termine en absoluto, una voz de mujer que no calla, que habla por todas, que es todas ellas, para ella.
"Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo, la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos."

Atreverse a leer a la Pizarnik debe tener su propio rito de iniciación, con todas las precauciones posibles para no ser pulverizados por un verso esculpido en las cenizas del erotismo y con la certeza de que la realidad de sus palabras te dejaran un suspiro a altas temperaturas. No cabe duda, la obra que deja de herencia es solo un comienzo de voces posteriores como Shirley Campbell o Blanca Varela y que viene empujando el movimiento de "alzar la voz escrita" de la mano de poetas como Ida Vitale, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni o la misma Juana de Ibarbourou, en todo caso, no debemos conformarnos con elogios de supermercado, comprender el entorno en que vivió Alejandra Pizarnik nos convierte en testigos de una de las escritoras menos comprendidas en vida, el leer su literatura seguramente ayuda un poco a guiarla en su búsqueda infinita de encontrar por fin su propia tutela, aunque en ese camino de letras enmarañadas debemos tener en cuenta que del suicidio al verso hay toda una obra detrás, evidencia de una mujer que cansada de vivir prefirió volverse eterna con su poesía.
"He de partir, no más inercia bajo el sol, no más sangre anonadada, no más formar fila para morir."
By Manu
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